El Hombre Viejo iba caminando despacio por la calle, con la Cruz al hombro, esperando poder descansar. A su alrededor, todo los miraban: mujeres llorosas y sonrientes, niños con helados y dulces, hombres con cerveza y camisas con su imagen en una celebración que se le antojó algo horrible. ¿Cómo era posible que disfrutaran con su sufrimiento? Miró por un segundo sus pies, hinchados y sangrantes, llenos de ampollas por el calor y sintió un calambre en sus hombros, pero no podía detenerse; la Cruz era muy pesada para él y nadie se acercaba a ayudarle. La gente le chiflaba y gritaba palabras de apoyo, pero con un dejo burlón y una sonrisa oculta entre labios. Al Hombre Viejo le repugnó. La calle era amplia y la multitud había hecho un sendero para él, una línea que no podía dejar de seguir hasta el último minuto. Bajo el sol del mediodía, el...
10. - 36 horas. "36 horas desde la última transmisión". La voz ligeramente femenina de la computadora no dejaba de golpearme los oídos, junto con un pitido agudo que duraba dos segundos. Luego venían dos segundos de silencio y continuaba el pitido. Y así durante las últimas 12 horas. Frente a mí, tenía el eterno silencio del espacio. ¿Cómo había llegado ahí? Apenas y podía recordarlo. Sólo recuerdo que desperté en la cápsula de escape, con raciones para por lo menos un par de semanas, dos tanques de oxígeno artificial y moviéndome en curso a la estación de emergencia más cercana, queposiblemente estaba a cientos o a miles de kilómetros desde mi posición. Las primeras horas fueron dolorosas: la cabeza no dejaba de dolerme, tenía un regusto a metal en la boca y estoy seguro de que aquella mancha amarillenta en el piso de la cápsula eravómito. ...
Cuando era pequeño, mi padre nos llevaba de viaje, fuera de la ciudad. Nos llevaba por la carretera, por caminos largos que no tenían mucho qué ofrecer a la vista de un niño. Sin embargo, al mirar por la ventana, podía ver al Hombre que Corría. Siempre con una sonrisa, mirando al frente, saltando, esquivando, derrapándose para evitar cualquier obstáculo, con una mirada llena de confianza en sí mismo y en sus habilidades. Lograba saltar tan alto que llegaba a los techos y seguía moviéndose sin detenerse mientras el automóvil siguiera su camino. Cuando el auto se detenía en un alto o al llegar a nuestro destino, el Hombre desparecía. Descansaba, preparándose para su siguiente carrera. Sin embargo, una vez, durante un viaje, al detenernos en un alto, el Hombre que Corría no desapareció. Se detuvo; frente a mí, del otro lado de la ventana, en la banqueta. Y me miró directamente a los ojos. Sonreía, pero su sonrisa era ancha y deforme; sus ojos no parpadeaban y sus pupilas eran complet...
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