Víveres
Ese lunes, escuché la alarma y me levanté casi de un salto. Hoy tocaba formarse. Salí de mi casa temprano por la mañana y caminé dos calles hasta el punto de control. Saludé con desgana a “Jhovany” y a “Brayan”, los guardias en turno, y me formé junto con los demás, cerca del camión de provisiones. Ese día, me tocaba una bolsa de arroz, una de frijoles y dos latas de verduras en conserva. El aire era frío y el cielo era de un azul sucio y deslavado. No había nubes. Antes de llegar a la fila, dos señoras comenzaron a gritar y a golpearse: gritaban que necesitaban más para sus hijos y su familia, pero dos chicos con pistola las alejaron y gritaron que “si seguían chingando, no les va a tocar nada, pinches viejas locas”. Las señoras se calmaron y tomaron su parte con furia en los ojos. Al llegar al frente, saludé a Carlos, un vecino que se había enlistado con el Cartel. -Hola, Juanito, ¿cómo está tu mamá? -Bien, Don Carlos- dije- ya sabe. -Sí, ...