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Jueves, 1:05 am.

Jueves, 1:05 am.    No tengo sueño esta noche. No porque no pueda dormir, claro. Estoy seguro de que si me acostara, el sonido de la lluvia que cae desde hace algunas horas me arrullaría casi instantáneamente, siempre y cuando no se escuche el rumor de los rayos a lo lejos. En realidad, esta noche no tengo sueño porque algo bulle dentro de mi mente. Algo que no puedo terminar de descifrar, pero más que estar ahí, existiendo, siento cómo pica y muerde algo en el fondo de mi mente.   No puedo decir que sea una sensación placentera. Al fin y al cabo, se siente como una comezón que no puedo quitarme, que empieza por mi cabeza y baja por el cuerpo y no me deja en paz. Anoche sentí algo similar; estaba escribiendo sobre que me despertó una pesadilla en la que me estaba ahogando y luego deambulé por la casa un rato hasta que me senté a escribir y detallar mis horas de vigilia, pero tristemente mi laptop tuvo un pantallazo azul y borró todo. Fue imposible de recuperar. Fue molest...

El Hombre que Corría

 Cuando era pequeño, mi padre nos llevaba de viaje, fuera de la ciudad. Nos llevaba por la carretera, por caminos largos que no tenían mucho qué ofrecer a la vista de un niño. Sin embargo, al mirar por la ventana, podía ver al Hombre que Corría. Siempre con una sonrisa, mirando al frente, saltando, esquivando, derrapándose para evitar cualquier obstáculo, con una mirada llena de confianza en sí mismo y en sus habilidades. Lograba saltar tan alto que llegaba a los techos y seguía moviéndose sin detenerse mientras el automóvil siguiera su camino. Cuando el auto se detenía en un alto o al llegar a nuestro destino, el Hombre desparecía. Descansaba, preparándose para su siguiente carrera. Sin embargo, una vez, durante un viaje, al detenernos en un alto, el Hombre que Corría no desapareció. Se detuvo; frente a mí, del otro lado de la ventana, en la banqueta. Y me miró directamente a los ojos. Sonreía, pero su sonrisa era ancha y deforme; sus ojos no parpadeaban y sus pupilas eran complet...

Víveres

Ese lunes, escuché la alarma y me levanté casi de un salto. Hoy tocaba formarse. Salí de mi casa temprano por la mañana y caminé dos calles hasta el punto de control. Saludé con desgana a “Jhovany” y a “Brayan”, los guardias en turno, y me formé junto con los demás, cerca del camión de provisiones. Ese día, me tocaba una bolsa de arroz, una de frijoles y dos latas de verduras en conserva. El aire era frío y el cielo era de un azul sucio y deslavado. No había nubes.  Antes de llegar a la fila, dos señoras comenzaron a gritar y a golpearse: gritaban que necesitaban más para sus hijos y su familia, pero dos chicos con pistola las alejaron y gritaron que “si seguían chingando, no les va a tocar nada, pinches viejas locas”. Las señoras se calmaron y tomaron su parte con furia en los ojos. Al llegar al frente, saludé a Carlos, un vecino que se había enlistado con el Cartel.  -Hola, Juanito, ¿cómo está tu mamá? -Bien, Don Carlos- dije- ya sabe.  -Sí, ...

Tlalpan

Una noche de verano, me encontraba caminando por Tlalpan. Era joven, ten ía dinero y, debo confesarlo, estaba caliente. En mi cartera llevaba dos billetes de 500 pesos, lo suficiente para por lo menos unas dos horas de acción, pero por más que caminaba, no encontraba una que me llamara la atención: muchas de las chicas eran de rostro genérico, con vestidos baratos, mal maquillaje y cara de odiar cada segundo de estar ahí. Algunas, por supuesto, eran hombres, y no todas realmente lo ocultaban, especialmente esa de metro ochenta con brazos musculosos que me guiñó el ojo.              Después de una hora de caminar sin decidirme, encontré a una joven: era bonita y pequeña, de piernas delgadas, busto medio y cabello negro. Me miró con algo de curiosidad y preguntó si quería algo. Saqué un billete y le propuse ir a un sitio más privado. La chica me miró de nuevo y comenzó a reírse, para después tomarme del brazo y decirme qu...

El Mago y la Tormenta

Esa noche, el mago despertó sobresaltado por los truenos. No esperaba una noche de tormenta. Maldijo en voz baja y se levantó de su camastro para acercarse a la ventana de la torre. Afuera, las olas impactaban la base de la torre y la costa. Los rayos iluminaban las enormes crestas de las olas que golpeaban su torre y los muelles, mientras el cielo se iluminaba de un gris denso y, de vez en cuando, podía verse esa extraña y tan poco común luminiscencia verduzca de algún rayo con más energía de lo habitual. El viento se lanzaba de forma brutal contra las paredes de roca y estremecía toda la torre, lo que hacía que el mago se sintiera en medio de la tormenta en un barco grande y hueco. Minutos después, comenzaron a escucharse pequeños golpeteos en la cima, que sonaban como guijarros lanzados a toda velocidad. El mago se extrañó pues no era época de granizo, pero esta tormenta sin duda era inusual.     Tras deliberarlo por un segundo, decidió que no podía dejar que una...